miércoles, 10 de mayo de 2017

CAPITULO 16 (SEGUNDA HISTORIA)





Estacionó justo detrás de él y salió, dejando su maletín en el auto y sólo trayendo la cartera. De nuevo se le volvió a ocurrir que no estaba completamente segura de lo que quería Pedro de su relación.


—Encantado de que pudieras venir —le dijo mientras ella se acercaba.


Paula levantó la mirada, oyendo el sarcasmo en su voz.


— ¿Qué está ocurriendo? —preguntó con cuidado, no queriendo irritarlo aún más, pero necesitando sincronizar con su estado mental antes de seguir adelante con lo que fuera.


Pedro bajó la mirada para observar a la mujer por la que sentía un deseo tan feroz que se había transformado en un persistente dolor físico. Tal vez, si no hubieran pasado juntos aquella noche. O tal vez, si no se hubieran conocido hace tantos años, él podría haber conocido a otra persona, alguien que estuviera dispuesto a pasar el resto de la vida con él, compartir su futuro, sus esperanzas y sus sueños.


Pero nada de eso sucedió. Y ahora él estaba allí, queriendo atraerla en sus brazos y llevarla a su cama y no dejarla salir nunca. Quería mostrarle todo lo que podían alcanzar juntos, conocer todos sus sueños y hacerlos realidad.


Desafortunadamente, ella sólo quería un amante temporal. 


Pedro tenía que aceptar el hecho de que era nada más que un escalón intermedio.


En lugar de responderle y confundirlo todo con palabras, se acercó, y extendió las manos para tomarle la cabeza mientras se inclinaba hacia abajo y la besaba, mostrándole aquello que deseaba. La deseaba a ella. En exclusivo, por el resto de su vida. Quería amarla incondicionalmente y tener muchos bebés con ella, observarlos crecer y envejecer junto a ella. Quería saber cómo sería ver su piel hermosa envejeciendo con el tiempo y su suave cabello color castaño volviéndose plateado mientras sus nietos se reían alrededor de ellos.


En cambio, sólo tenía esa única noche con ella. Y, tal vez, algunas más.


La tomaría. Tomaría lo que fuera que ella le diera, disfrutaría de cada momento, cada beso y caricia, y guardaría esos recuerdos en la memoria para el día en que estuviera viejo y solo. Lo mantendrían tibio en esas frías noches que tenía por
delante.


Cuando levantó la cabeza, sintió las suaves manos de ella aferrándose a sus brazos, su cuerpo exuberante presionado contra el suyo y experimentó una rara especie de victoria. Al menos ella no podía negar que existía esa atracción mutua.


—Ven adentro —-le dijo.


—¿Estás seguro? —le preguntó ella.


Su única respuesta fue enarcar la ceja y acercar las caderas de ella a las suyas.


Ella se rio con suavidad, sonrojándose ante la evidente respuesta que presionaba contra su vientre.


—Supongo que estás seguro.


El dio un paso atrás y le tomó la mano, para conducirla a la casa.


—¿Tienes hambre? —le preguntó.


Paula sintió el silencio a su alrededor, pero también la tensión que recordaba de todos esos años atrás. Nunca terminaba de desaparecer cuando estaban juntos.


—Me muero de hambre —respondió, tomándole la mano con fuerza y esperando que entendiera el mensaje.


Él sonrió sutilmente y la condujo a su dormitorio. Al alcanzar el rellano superior, la besó, y empujándola hacia atrás la condujo suavemente a su cama.


Paula ya no necesitó de palabras. Cuando él la besó, ella entendió a la perfección lo que deseaba. Lo siguió por donde la llevó. exigiéndole a la par. Le tocó todo el cuerpo, y volvió a reconocer sus caricias y su fragancia, el modo en que él también la tocaba, sintiéndose en la gloria cuando finalmente perdieron el control absoluto de todo. Y cuando la penetró, supo que jamás se sentiría tan plena como en aquel momento. Con Pedro, el mundo siempre parecía perfecto. Sin importar lo que sucediera en el mundo exterior, Pedro y su modo de mirarla o tocarla, o simplemente de sonreírle, lo arreglaba todo y ella era feliz.



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