miércoles, 10 de mayo de 2017
CAPITULO 17 (SEGUNDA HISTORIA)
Paula apoyó el mentón sobre la palma de la mano en tanto la conversación giraba en torno a ella. Ni siquiera advirtió la expresión bobalicona que llevaba en el rostro mientras Mia, Carla y Abril discutían planes de casamiento. Mia celebraría una boda enorme e invitaría a todos sus vecinos y compañeros de trabajo. Todos ellos la habían ayudado cuando fue arrestada, y quería agradecerles, mostrarles hasta qué punto valoraba su lealtad y apoyo.
Abril sugirió que Mia se tenía que casar el mismo día que su ex novio fuera condenado por cargos de fraude y malversación de fondos. Pero Mia sólo sonrió y desestimó la idea. Federico ya no estaba en su vida. Simon era el único hombre importante para ella. No le importaba lo que le pasaba a Federico. Habían roto mucho antes de que él intentara incriminarla por el robo de esa suma desorbitante de dinero y luego simulara su muerte. Todos se habían sentido indignados cuando se enteraron de que se había sacado sangre a lo largo de varios meses con el fin de tener la suficiente cantidad como para simular su propia muerte.
Resultó repulsivo, por no decir un desperdicio, dado que había tantas personas que necesitaban sangre para salvar sus vidas. Federico había sido un egoísta de tantas maneras diferentes que resultaba difícil determinar cuál era peor.
Faltaban tres meses para su boda, y estaban organizando todo de prisa. Por lo general, hacía falta un año para organizar una boda tan descomunal, pero Simon se negaba a esperar tanto tiempo para casarse. Así que la boda se anticiparía, y Simon le asignó a Mia un presupuesto enorme para apurar los preparativos.
—¿Y tú? —preguntó Mia.
Paula se volvió y de pronto advirtió que las tres mujeres la miraban fijamente.
—Lo siento, no pude dormir bien anoche —replicó, conteniendo otro bostezo más —. ¿Cuál es la pregunta?
Las tres amigas se miraron entre sí, un gesto que para Paula pasó inadvertido porque estaba reacomodando nerviosamente la servilleta sobre su regazo.
Abril fue la primera en hablar:
—Mia estaba preguntando cuál sería nuestra boda ideal. Está buscando ideas.
Al instante, Paula supo que se quería casar en el prado detrás de la casa de Pedro, a la hora del crepúsculo, con un sinfín de luces blancas brillando bajo el enorme roble. No quería demasiada gente. De hecho, sería perfectamente feliz sólo con esas tres mujeres, algunas de sus amigas de la universidad con las que seguía en contacto, y...
Estaba por pensar en los hermanos de Pedro, pero eso significaría que Pedro sería el novio.
Suspiró y sacudió la cabeza:
—Sí, este..., no sé exactamente qué tipo de boda me gustaría. Pero seguramente...
— ¿Algo en el campo? —sugirió Carla con una mirada amable y comprensiva.
Paula sonrió y asintió con la cabeza.
—Sí, definitivamente algo simple y campestre.
Abril carraspeó; todas estaban al tanto de lo que sucedía.
Pero las otras mujeres estaban intentando guardar silencio sobre el asunto y respetar su intimidad hasta que Paula estuviera lista para contarlo.
— ¿Qué flores vas a poner, Mia?
Mia apartó la mirada del vivo deseo presente en el rostro de Paula, y se concentró en su copa de agua. —En realidad, todavía no elegí las flores.
Las tres mujeres la miraron fijo:
—Tienes que encargar las flores, cariño —dijo Abril con un leve tono de urgencia en la voz—. Tienes la iglesia y el novio, nosotras tenemos nuestros vestidos y tú, el tuyo. Sólo falta el lugar de la recepción, el catering, la tarta y las flores.
—Lo sé —suspiró—, por eso les estoy preguntando a ustedes. No tengo realmente una flor preferida. No quiero rosas porque son demasiado caras, aunque me encanta el olor que tienen y lo elegantes que son. Y no me gustan las orquídeas.
—Margaritas —afirmó Paula, y luego levantó la mirada, sorprendida de siquiera haber pronunciado una palabra. Los ojos de Mía se iluminaron.
—Me encantan las margaritas —dijo, pensando en la idea.
Carla observó la mirada de preocupación en el rostro de Paula.
Sacudió la cabeza:
—No me parece que las margaritas combinen con el vestido que elegiste. Las margaritas no son lo suficientemente formales.
Mia lo pensó un instante, y luego asintió:
—Tienes razón. Supongo que lo mejor es ir a una florista y pedir consejo, pero todas parecen querer aprovecharse de mí cuando les digo con quién me estoy casando. Odio que todos estos comerciantes se comporten como si se fueran a salvar con Simon. No me gusta, así que pensaba primero decidirme por algo y luego pedirles que lo hicieran lo más sencillo posible.
Carla sonrió y Paula se relajó ligeramente.
—-Qué les parece si vamos este sábado al mercado de flores?
Mia hizo un gesto de desazón:
—Este fin de semana, Simon me invitó a dar un paseo fuera de la ciudad.
Paula se dio cuenta de que era una buena excusa para salir de la órbita de Pedro ese fin de semana. Últimamente, estaban pasando juntos mucho tiempo, riéndose, cocinando, paseando en sus caballos. Le estaba comenzando a resultar difícil seguir viéndolo sin que se complicaran las cosas. Se estaba volviendo a enamorar.
O ¿alguna vez había dejado de estar enamorada? -¿Era posible que sólo hubiera aprendido a manejar la soledad de estar sin Pedro tras separarse de él durante sus años universitarios? -¿Había estado enamorada de él durante todo este tiempo y sólo reprimiendo el sentimiento?
Era posible. No había tenido ninguna otra pareja. Ninguno de los hombres con los que salía había despertado algún tipo de emoción en ella. Incluso se había irritado por que se animaran a tocarla.
Suspiró, sin ser consciente de que sus amigas la estaban mirando otra vez.
—¿Vieron que Linda regresó de sus vacaciones la semana pasada? —preguntó Abril, cambiando de tema dado que parecía que el tema anterior era demasiado doloroso para Paula en ese momento. Se volvió a Carla y Mia, y les explicó que Linda era una de las abogadas del grupo Alfonso.
— ¿Acaso no debía volver? —preguntó Carla, tratando de fingir desinterés.
—No es que haya vuelto antes de lo previsto —dijo Abril, poniendo los ojos en blanco-—, es cómo volvió. Solía tener una bonita figura, pero ahora está un poco más... voluptuosa.
Paula y Carla se miraron sus pechos modestos. No era que sus pechos fueran pequeños, guardaban proporción con sus figuras. Abril y Mia estaban un poco mejor dotadas.
Mia se rio:
—Si fuera a cambiar algo de mi físico, me inclinaría por labios más grandes. Me encantaría poder posar como hacen las modelos.
Abril soltó una risita:
—A mí me gustaría ser más alta. Pero no creo que haya una cirugía plástica para solucionar ese problema.
Paula estaba fascinada.
—¿Por qué diablos querrías ser más alta? —preguntó, inclinándose hacia atrás mientras les retiraban los platos del almuerzo. Apenas había probado la ensalada; en cambio, la había movido con el tenedor alrededor del plato en tanto los pensamientos de Pedro le daban vueltas en la cabeza.
Abril se inclinó sobre su silla e hizo una mueca: —A mí sólo me gustaría ser tan alta o más alta que un abogado insoportable que cree que me puede dar órdenes a su antojo.
Paula se rio, divertida con las fantasías de su amiga, aunque supiera que eran poco realistas.
—Odio tener que decírtelo, pero Javier está habilitado para darte órdenes. —Si sólo aquellos dos pudieran darse cuenta de que estaban perdidamente enamorados el uno del otro, serían tan felices, pensó Paula.
Los ojos de Abril lanzaron chispas.
—Lo sé. Y él lo sabe. Pero si fuera más alta, no me sentiría tan... —se detuvo un instante para pensar en la palabra adecuada—. No sé qué tiene que me saca tanto de quicio, pero me írrita. Si fuera más alta, no creo que me intimidara tanto.
Paula reconoció las señales de las discusiones de Abril y Javier, porque ella y Pedro discutían de la misma forma siempre que no estaban hablando de algo. Como ahora, por ejemplo. Pedro perdía los estribos por el tema más irrisorio.
Siempre parecía que estaba a punto de iniciar una discusión terrible hasta que ella lo besaba por las noches. Y Paula no tenía ni idea de cómo abordar el tema porque no sabía lo que lo molestaba.
—¿Y tú? —le preguntó Carla a Paula.
—¿Qué me cambiaría si pudiera hacerme una cirugía? —se rio—. No lo sé. Probablemente, hacer lo que hizo Linda y
agrandarme los pechos. Podría ser agradable que me consideraran voluptuosa —dijo, llevándose una mano inconscientemente al pecho—.¿Y tú? —le preguntó a Carla.
Carla se rio a su vez.
—Oh, no lo dudaría un instante. Me cambiaría el color de pelo a castaño. Estos bucles rubios hacen que, cuando me conocen, todos piensen que soy una cabeza hueca total. Incluido el mandamás ese del estudio donde trabajan ustedes. ¡El es el peor! Estoy casi segura de que me considera una idiota completa.
Las cuatro mujeres estaban a punto de decir algo, cuando las interrumpió Pedro, enojadísimo, que se les vino encima de la mesa con gesto amenazante.
—Varias cosas —espetó a las cuatro mujeres que ahora lo miraban con los ojos abiertos y rostros paralizados mientras se inclinaba sobre su mesa—. En primer lugar —se volvió a Carla—, Ricardo siente muchas cosas por ti, pero te garantizo que no cree que seas una idiota. Y me atrevo a decir que se enojaría mucho contigo si te tiñeras el cabello. —Se volvió a Mia y comenzó a decir algo, pero se detuvo y tan solo sacudió la cabeza. —En cuanto a ser más alta —le dijo a Abril—, te aseguro que equipararte a él en altura no solucionará el problema. —Miró furioso a Paula, y toda su saña pareció estallar en su dirección. —Y si alguna vez te escucho decir que vas a cambiar lo que sea de tu figura sexy e increíblemente hermosa, creo que tendré que ponerte sobre mi rodilla y... —se detuvo, apretando los labios mientras intentaba recuperar el control de su furia—. ¡Te advierto que ni se te ocurra pensar en cambiar tus pechos, tus piernas, tus labios o tu cabello! —rugió—. -No cambiarás nada de tu cuerpo!
Con eso, se dio vuelta y se marchó, soltando varios billetes de alta denominación sobre la pequeña carpeta de cuero que el camarero les estaba acercando a la mesa, antes de salir furioso del restaurante.
Las cuatro mujeres se quedaron mirando atónitas un largo instante la espalda del hombre en retirada, antes de volverse hacia la mesa. Un minuto después, estallaron en carcajadas sorprendidas.
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