miércoles, 3 de mayo de 2017
CAPITULO 12 (PRIMERA HISTORIA)
Pedro entró en el edificio de la escuela de Paula y echó un vistazo a su alrededor.
Advirtió una escuela bien cuidada con niños riéndose al tiempo que se encaminaban de modo ordenado hacia sus clases. Los profesores conversaban entre ellos mientras conducían a los alumnos de un lugar a otro, sin perderlos de vista. Cuando sonó la primera campana, Pedro no pudo evitar quedar impresionado por lo rápido que todos se calmaban y se dirigían a las áreas asignadas. Las puertas de las clases se cerraron, los pasillos se silenciaron y en todos lados había una energía casi palpable.
Entró en la oficina y se presentó:
— Soy Pedro Alfonso — dijo, entregándole su tarjeta a la secretaria.
— ¡Oh, cielos! — soltó un grito ahogado y, tras leer su tarjeta, se levantó de su silla. Al ver su altura, se sonrojó, pero Pedro estaba acostumbrado a aquella reacción— . Usted es el hombre que está defendiendo a nuestra Paula, ¿verdad? — dijo, efusiva, tomándose las manos excitada— . Estamos todos encantados de que haya tomado su caso.
El resto de los que estaban en la sala dejó de trabajar y se dio vuelta para ver qué sucedía; los dedos quedaron suspendidos en el aire, y se detuvo el revuelo de papeles.
Miró a su alrededor, sorprendido por la recepción. La mayor parte del tiempo, la gente desconfiaba de los abogados, pero daba la impresión de que este grupo estaba ansioso y
entusiasmado por recibirlo.
Pedro carraspeó, reteniendo todos los detalles con la mirada.
— Sí, lo soy. Me pregunto si puedo entrevistar a algunos integrantes del personal. Sé que algunos de los colegas de la señorita Chaves conocían a Federico Richardson, y tal vez me puedan aportar información importante para el caso.
El resto de las mujeres se miró como si estuvieran enviándose un mensaje silencioso.
Luego se congregaron rápidamente a su alrededor, e incluso la directora, una mujer con gesto adusto que llevaba un traje formal y tenía una actitud decidida, salió de su oficina cuando oyó la conversación. Las mujeres se apuraron por formar un círculo grande a su alrededor, más que entusiasmadas por ayudarlo con cualquier información.
— Lo que usted necesite — replicó la directora asintiendo con la cabeza y apretando los labios, como si creyera que se trataba del único gesto posible en esta situación— . Necesitamos que vuelva lo antes posible.
Aquello eran novedades para Pedro. Durante los últimos días, Paula se había mantenido alejada del trabajo, siempre disponible para su equipo de trabajo. Había resultado muy ventajoso, pero ahora le entró la duda.
— ¿Quiere decir que no le dieron una licencia administrativa? — preguntó, intentando aclarar la confusión.
La directora sacudió la mano en el aire.
— Oh, claro que no. Pero supongo que el consejo escolar lo podría haber hecho si Paula no me hubiera dicho que necesitaba un tiempo para aclarar todo esto. Es tan amable que piense en nosotros en medio de todo este drama — dijo la directora, sacudiendo la cabeza con rostro adusto— . Mi nombre es Jean — dijo, extendiendo la mano— . Díganos simplemente con quién necesita hablar y nosotros sacaremos a esa persona de la clase por el tiempo que lo necesite.
Pedro no pudo creer el buen recibimiento. Normalmente, tenía que amenazar con emprender acciones legales para que la gente dejara a un lado sus actividades laborales y lo ayudaran con su trabajo. Era uno de los motivos por los que permitía a Marcos y su equipo que realizara este tipo de entrevistas y luego lo informaran al respecto. Por qué había venido él, la verdad es que Pedro aún no lo entendía.
Sacudió la cabeza levemente. Tal vez no estuviera siendo sincero, accedió. Había venido porque estaba decidido a limpiar el nombre de Paula. Había tomado la decisión anoche mientras la sostenía en sus brazos y quería estar personalmente involucrado, para ver las reacciones de sus compañeras de trabajo y saber lo que pensaban otras personas de Federico y su relación con Paula, la mujer que ahora consideraba suya.
Tomó un trozo de papel de una carpeta de archivos, y lo entregó a la directora.
— Acá hay una lista de las personas que Paula dijo que sabían de su relación con Federico, y que conocieron a Federico o salieron con ambos — dijo, sacando una lista de personas prolijamente tipiada.
Rápidamente la directora echó un vistazo a la lista y fue como si, de pronto, el personal de toda la oficina entrara inmediatamente en acción.
— Eleanor — dijo la directora, entregándole la lista a la secretaria— , haz una copia de esta lista y repártela entre todas las maestras. Fíjate si falta alguien en la lista, que
tal vez sea conveniente que hable con el señor Alfonso. — Se volvió a otra mujer— . Jane, ¿puedes llamar a las tres primeras personas en la lista para que vengan a la oficina? Será un poco desorganizado, pero nos arreglaremos.
En ese momento, dos hombres entraron en la oficina. Se trataba, evidentemente, de dos empleados del colegio.
— Nos acabamos de enterar de que necesitan gente para cubrir las clases para ayudar a Paula — dijeron— . ¿Adónde quiere que vayamos primero?
A los diez minutos, Pedro estaba sentado en la sala de conferencias con tres personas, todas ellas contándole cosas maravillosas acerca de Paula y despotricando contra su novio. Aparentemente, nadie quería a Federico Richardson, y estaban furiosos por el modo en que la había acosado después de que rompieran. Todas las historias coincidían en relatar de qué manera Paula se escabullía por la puerta trasera del colegio o una puerta lateral, estacionaba el auto en una calle interna o se manejaba en autobús, lo que fuera con tal de que Federico no se encontrara con ella, y poder ir y venir del colegio sin que la hostigara. Alcanzó un nivel tal de acoso que una profesora contó que había hablado con un oficial de policía que ella conocía para consultarle cómo solicitar una medida cautelar.
— ¿Llegó a entrar en vigencia? — preguntó Pedro, enderezándose y con el bolígrafo listo para tomar apuntes.
La maestra sacudió la cabeza. En sus ojos se reflejaba la tristeza de no haberlo hecho.
— Por desgracia, sólo me informaron la semana pasada, y tuve que faltar por una gripe. Así que nunca tuve la oportunidad de decirle qué hacer antes que sucediera todo esto la semana pasada. Pero estoy segura de que debe ser uno de los trucos de Federico para recuperarla. Ese tipo es un zorro — dijo, y la furia desbordaba sus ojos castaños.
Pedro se marchó de la escuela varias horas después, riéndose por lo bajo ante el celo con que la cuidaban todos los maestros.
Paula parecía generar justamente eso en varias personas, incluido él mismo, pensó.
Sin embargo, sabía cuidarse sola. Pensó en todas las veces que había querido consolarla durante el proceso, y cómo, sencillamente, se había levantado y tratado de resolver lo que tenía por delante. Por supuesto, al principio intentó defenderse sola, lo cual había sido un gran error. La ley tenía demasiados vericuetos para que pudiera conocerlos.
Sacudió la cabeza, estremeciéndose al pensar en lo que le podría estar sucediendo si en aquel momento Abril no hubiera visto el nombre de Paula en el expediente de los tribunales.
Paula creía que se las podía arreglar sola y, en la mayoría de los casos, tenía razón.
Pero maldita sea si no iba a intentar aligerarle la carga. La mujer tenía que aceptar sus límites. Esta vez el yoga y el helado no iban a resolverle los problemas.
Y luego había sucedido lo de anoche, pensó, recriminándose a sí mismo una vez más.
Había quebrado una de sus reglas sagradas: no involucrarse jamás con un cliente. En este tipo de trabajo, no había lugar para los sentimientos y las opiniones personales. Lo contrataban para impedir que las personas fueran a la cárcel, y era un as haciéndolo. Si permitía que las emociones embarraran el proceso, siempre se volvía peligroso.
Una vez en el auto, marcó el teléfono de Marcos, que había ido al colegio de Federico para entrevistar a los colegas y subordinados de la víctima.
— ¿Qué averiguaste? — preguntó Pedro, retrocediendo y dirigiendo el auto nuevamente a la oficina.
— Detalles interesantes — replicó Marcos, que parecía confundido y bastante frustrado. Pedro conocía esa sensación— . Lo que encontré fueron cerca de treinta mujeres, listas para preparar tortas con algún veneno adentro, y tres o cuatro hombres que se casarían mañana con Paula. O, al menos, la adoran.
Pero Pedro no se rio al escucharlo. Le irritaba bastante que esos hombres estuvieran tan prendados de Paula. Incluso dos de ellos estaban casados, ¡y el otro era lo suficientemente grande como para ser su abuelo! Cada uno podía argüir que eran sólo colegas que se preocupaban por Paula, pero Pedro conocía los síntomas porque él mismo estaba sufriendo lo mismo.
El siguiente comentario de Marcos barrió con la irritación que sentía Pedro hacia sus colegas masculinos.
— He descubierto algunos comentarios y opiniones interesantes en este lugar. Encontrémonos delante del colegio y te acompañaré adonde estoy ahora. Puedes escuchar tú mismo lo que dicen y hacerte tu propia opinión. Creo que acá hay algo más en juego, pero no sé exactamente qué es.
Aquello no sonó nada bien.
— Estaré allí en quince minutos — replicó Pedro, y giró el volante para poder cambiar el rumbo.
Diez minutos después estaba en el colegio, aunque no tan impresionado con este establecimiento como lo había estado con el lugar de trabajo de Paula. Acá ni siquiera la fachada lucía tan prolija y limpia, pero tal vez fuera porque se trataba de una secundaria en donde los chicos eran un poco más rebeldes y difíciles de disciplinar que los que asistían a una escuela primaria.
Sonó la campana para que los alumnos cambiaran de clases, pero muchos se quedaron merodeando en los corredores. Aparentemente, no tenían ningún apuro por acudir a su siguiente clase. Los administradores caminaban por los pasillos, dando órdenes para que los chicos se dirigieran a sus clases, pero tal como observó Pedro, los jóvenes simplemente esperaban que pasara el administrador para volver a recostarse contra los armarios y seguir sus conversaciones.
Incluso un miembro del equipo de profesores se hallaba fuera de las puertas del edificio fumando un cigarrillo. Pedro no tenía modo de darse cuenta de si este empleado era un profesor o administrador, pero sea lo que fuera sabía que no estaba permitido fumar dentro de la escuela o en sus alrededores.
Vio a Marcos acercándose por el corredor y se dirigió hacia él.
— ¿Cómo va todo? — preguntó al estar suficientemente cerca.
Marcos miró sus notas.
— Parece que Paula pidió prestados varios equipos del departamento de educación física para una clase en su colegio, y aún no han sido devueltos. También hizo que Federico encargara unos equipos audiovisuales, que se le enviaron directamente a ella.
Nada de eso tenía el menor sentido. Especialmente, dado que Pedro había estado en su colegio y en su casa, y no había ningún equipo audiovisual por ningún lado.
— ¿Por qué habría de encargar un equipo de audiovisual?
Marcos se encogió de hombros, sin responder.
— Ésa es la gran pregunta que todos se está haciendo. Quieren que les devuelvan sus cosas.
Pedro estrechó los ojos al escuchar los comentarios de Marcos.
— ¿A qué te refieres con "todos"?
Marcos se rascó la cabeza.
— Según varias personas, Federico encargó equipos para las aulas y el gimnasio, pero Paula lo convenció de enviarlo a través de ella para tener un sistema de contabilidad paralelo. Nadie entiende este proceso nuevo, pero aparentemente comenzó hace más de un año y ha continuado hasta que Federico desapareció.
Pedro levantó las cejas ante esta noticia. Paula no había dicho nada sobre ninguna actividad contable para su exnovio, ni había mencionado jamás estar particularmente
interesada en la contabilidad.
— Te garantizo que, en su casa, no tiene ningún equipo audiovisual — aseguró Pedro, pero como estaba mirando sus notas no advirtió la mirada de sorpresa de Marcos al
enterarse de que su jefe se había familiarizado lo suficiente con la casa de la clienta como para conocer lo que había adentro.
— Así que Federico estaba encargando suministros escolares y lo estaba haciendo a través de Paula. ¿Cómo les estaba pagando Paula a los vendedores? En concreto, ¿por qué no se pedían los suministros a través del consejo escolar? Uno creería que este tipo de cosas se realizan a través del departamento de contabilidad de una jurisdicción. No me puedo ni imaginar cómo adquirió Federico la habilidad para encargar suministros, mucho menos gestionar sus propios procesos contables. ¿Tienes una estimación del costo total de todo lo que se encargó vía este sistema? — preguntó Pedro.
Marcos repasó sus notas, haciendo un cálculo mental.
— Calculo que alrededor de trescientos mil dólares, pero eso es sólo lo que he podido corroborar hasta ahora. Estoy casi seguro de que hay más suministros comprados a través de la señorita Chaves para el colegio, que aún no han llegado.
Pedro se quedó pensando largamente sobre ello, considerando las opciones:
— Esto no la deja bien parada — dijo, suspirando.
Marcos asintió con la cabeza.
— No creo que la policía haya descubierto aún esta información. Pero cuando lo hagan, pueden incluso revocarle la libertad condicional.
Pedro tensó la mandíbula.
— Es cierto. Tenemos que averiguar qué hay detrás de todo esto antes que lo sepa la policía.
Marcos se cruzó de brazos y asintió.
— Y antes que la prensa. Anoche estuvieron bastante agresivos.
Estas palabras llamaron la atención de Pedro.
— ¿A qué te refieres? — No había visto nada en el noticiario, pero por otra parte anoche no había mirado las noticias. Ni había ido a su oficina para obtener información
de su asistente.
Marcos lo miró, sorprendido.
— ¿No leíste el diario esta mañana?
Pedro sacudió la cabeza.
— No. Fui directo al colegio de Paula y comencé a entrevistar a sus compañeros de trabajo. — Miró a su alrededor una vez más, y advirtió que los administradores del colegio se reían de alguna broma en su oficina. No se trataba de un lugar de trabajo demasiado eficiente, pensó irritado.
— ¿Qué decían los diarios? — preguntó, aún observando a los administradores sentados sobre los sillones, bebiendo café. No parecía que estuvieran haciendo nada que se relacionara con el funcionamiento del colegio.
— Los diarios se referían a su relación con Federico. Aparentemente, alguien les informó que quería volver a estar con él, pero que él ni siquiera le hablaba. Entonces ella se habría enojado, y comenzó a merodear su colegio para llamar la atención.
Pedro levantó las cejas al oírlo.
— ¿Cuál fue la fuente? — exigió, pensando en Paula y en lo suave que había estado aquella mañana. Descartó por completo la idea de que Paula pudiera estar acosando a su exnovio. Había escuchado demasiadas historias sobre el modo como Federico hostigaba a Paula con sus tretas sucias para poder darle algún tipo de credibilidad a la noticia del diario. Se trataba solamente de una pieza más del rompecabezas.
— El periodista alegó que la fuente es confidencial, por lo que no tenemos un nombre. Pero la nota era bastante peyorativa hacia una persona dedicada a enseñarle a niños en preescolar.
— Averigua el nombre de la fuente — le salió casi como un gruñido. No le hacía gracia que alguien siguiera ensuciando el nombre de Paula. Ya estaba preparando una demanda contra el periodista por falsas declaraciones. Se dirigió luego a la oficina y habló con el personal administrativo del colegio secundario, mostrando sus encantos para que colaborara todo lo posible. En treinta minutos, había copiado las notas de Marcos y se hallaba sentado con varios otros miembros del personal en la sala de profesores, donde habló con los docentes en sus horas libres, y con los administrativos que estaban tomándose una pausa de sus actividades en la oficina.
— Entonces, ¿qué me pueden contar sobre Federico? — preguntó, sonriendo a pesar de la repugnancia que sentía por la falta de ética en su trabajo. Sabía que no se les pagaba a los profesores lo que se merecían, pero la falta de energía de este grupo, la sensación de que a ninguno de ellos le importaba realmente su trabajo, le causaba un profundo enojo por los alumnos y los padres que ponían su confianza en ellos. Era un dato más acerca de la naturaleza de la víctima. Federico no parecía ser un líder muy motivante, a diferencia de Paula, que inspiraba niveles casi ridículos de devoción por parte de supervisores y colegas.
Un largo silencio siguió a la pregunta, y las personas reunidas se miraron entre sí.
Nadie quería hablar.
— ¿Alguien conocía personalmente a Paula Chaves? — preguntó, decidiendo encarar por otro lado.
Parecían más dispuestos a hablar sobre su clienta.
— Me parecía muy dulce — dijo un hombre— . No creí que fuera una contadora tan eficaz hasta que Federico nos dijo que todas las compras debían hacerse por intermedio de
ella. Entonces hice el traspaso cuando encargué una nueva fotocopiadora para la sala de profesores y me aseguré de que la orden pasara por ella. Federico se enojó bastante por el error. Espero que ella no se haya enojado también conmigo — dijo, inclinándose hacia adelante.
El hombre parecía casi tenerle miedo a su supervisor. Y no parecía abrigar resentimiento contra Paula. Pedro siguió preguntando sobre varios artículos que habían sido
comprados, supuestamente a través de Paula, para que ésta pudiera asegurar que estuvieran debidamente contabilizados. De todos modos, los artículos que se habían encargado por su intermedio, o enviados a su casa, o incluso los materiales de la escuela que había tomado prestados de este colegio con la finalidad que fuera, y no habían sido devueltos, acababan ascendiendo a una suma exorbitante. Marcos había averiguado una deuda de trescientos mil dólares, pero agregando todos los elementos que ahora le mencionaban a Pedro, sospechó que la cantidad estaba más cerca de las siete cifras.
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