domingo, 21 de mayo de 2017
CAPITULO 9 (CUARTA HISTORIA)
Paula miró indignada la espalda de Pedro. Estaba tan furiosa que se quedó muda. Se había peleado antes con él, pero esto ya era el colmo. ¡No podía creer que fuera tan testarudo! Cada uno de estos currículums era una candidata ideal para ser su asistente. ¿Cómo podía haberlos rechazado a todos? ¡Era increíble!
Ahora sabía que, simplemente, estaba siendo poco razonable, y eso la enfurecía aún más que si sólo hubiera estado en desacuerdo. Si fuera así, se estaría equivocando.
Y varias veces, pero esto era diferente.
¡Oh! ¡La volvía loca!
¿Cómo podía justificar semejante arbitrariedad?
Paula regresó a su oficina, y prácticamente arrojó la pila de currículums sobre su escritorio. No le importó que varios informes más hubieran caído de! otro lado de la mesa por la fuerza con que los lanzó.
Mary apareció detrás de ella. Tenía los ojos abiertos de par en par, y se mostró cautelosa.
— ¿No fue buena la reunión? —preguntó con recelo.
—¡Pésima! —exclamó.
Mary trató de reprimir una sonrisa, pero se alegró de que su jefa le estuviera dando la espalda pues no lo logró.
—Te reuniste con Pedro, ¿no es cierto? —insinuó. Al instante, dio un paso involuntario hacia atrás cuando Paula se dio vuelta echando chispas por los ojos. —Lo siento, no debí preguntar.
Paula cerró los ojos e hizo varias aspiraciones profundas.
—No, soy yo la que te pido perdón, Mary. Últimamente, me estoy comportando de modo horrible, y tú no tienes la culpa de nada. Lo peor es que me estoy desquitando contigo, y eso no es justo. —Paula trató de calmarse, pero no podía olvidar la imagen de Pedro en esa sala de conferencias exigiendo más currículums. Ni siquiera se dignó a hablar con algunas de las candidatas, ¡y eran lo mejor que había en el mercado!
—Entonces, ¿qué vas a hacer?
Paula no tenía ni idea. Ya había recurrido a todas sus fuentes en tres oportunidades. ¡No quedaban mis candidatos!
—No tengo ni la más mínima idea —dijo y se inclinó hacia atrás en la silla—. El tipo es realmente imposible.
Mary se tapó la boca con la mano.
—Creo que ya dijiste eso.
Paula se rio, pero en seguida miró furiosa a su asistente.
—Si me vas a señalar lo que es obvio, te asignaré a ti como su nueva asistente.
Los ojos de Mary se agrandaron y dio un paso atrás, al tiempo que extendía las palmas hacia fuera como si la estuvieran amenazando a punta de pistola.
—¡Por favor, no! —rogó—. ¡Cualquier cosa, menos eso!
Pedro Alfonso es un bombón, pero también es agresivo e irascible. Prefiero no tener que trabajar con él a diario.
Paula sabía exactamente a qué se refería. Y además resultaba extraño, porque Pedro jamás había sido tan intransigente. Lo recordó ayer a la hora de almuerzo, y no podía creer que se tratara del mismo hombre. Sencillamente no comprendía lo que había sucedido con todas sus asistentes. ¿Por qué se habían marchado tan rápido y por qué era tan difícil encontrar a alguien que se hiciera cargo?
Ni siquiera podía ascender a nadie a ese puesto, porque nadie lo quería.
Aunque tampoco Pedro aceptaría a alguien que ya estuviera empleado, pensó.
—Si se te ocurre algo, me lo dices.
Mary apretó los labios un largo rato hasta que finalmente respiró hondo y sugirió:
—Creo que es hora de que salgas a hacer shopping. Hace mucho que no te compras un par de zapatos nuevos. ¿Por qué no vas y te das un gusto?
Paula bajó la vista a sus pies y examinó sus zapatos negros.
Seguían siendo un buen par de zapatos, pero no vendría mal reemplazarlos. Los bordes estaban un poco estropeados y el tacón comenzaba a gastarse.
Además, comprarse zapatos realmente la hacia sentir mucho mejor. Era algo completamente superficial, pero se sentía fantástica cuando llevaba un buen par de zapatos. Un par que combinara con su ropa, pero, incluso mejor, que le completara el equipo y la hiciera lucir impecable.
Paula sonrió y se puso de pie.
—Me parece una muy buena idea —dijo—. Y tienes razón. Comprar zapatos realmente me pone de buen humor.
—¡Así me gusta! —dijo Mary, aplaudiendo, aliviada por que su jefa saliera a tomar un poco de aire. La atmósfera en la oficina estaba tan densa por la guerra desatada entre ambos que se podía cortar con cuchillo. —¡Ve y diviértete! Y no vueltas hasta que te sientas mejor. Yo me ocuparé de todo.
Paula tomó la cartera, pero dejó el abrigo. Era un hermoso día soleado, y hacía suficiente calor como para prescindir de él. Le encantaban estas espectaculares tardes de otoño. El sol brillaba en un cielo azul nítido, y había tan poca humedad que no se le erizaba el pelo. En otras palabras, ¡se trataba de un día perfecto para ir de shopping!.
—Te veré más tarde —dijo, asegurándose de que el teléfono estuviera prendido en caso de que surgiera una emergencia y tuviera que regresar.
Paula salió de la oficina, sintiéndose mejor de lo que se había sentido en mucho tiempo. No sabía por qué pero salir a comprar un buen par de zapatos, o incluso anticipar que encontraría el par de zapatos Perfecto, la relajaba y liberaba.
Pedro observó con la mandíbula tensa mientras Paula salía de la oficina. Se la veía caminar animada, con una sonrisa en el rostro. como acababan de estar gritándose, eso sólo podía significar una cosa: estaba saliendo con otro tipo.
Quería lanzarle un puñetazo a lo que fuera, y de hecho tuvo que contenerse cuando su hermano Simon se acercó.
—Oye, necesito que me ayudes.
Pedro se volvió para mirar a Simon. Éste echó un vistazo a su hermano mayor y se detuvo en seco. Luego, retrocedió levantando ambas manos delante de sí.
— ¿Qué hice? —preguntó, tratando de entender el mal humor de su hermano.
Pedro respiró hondo y sacudió la cabeza.
—Nada. Lo siento. ¿Qué necesitas? —preguntó.
—Te quería preguntar por esta clienta... —y los dos entraron en la oficina de Pedro para discutir un asunto legal. Cuando terminaron, Simon se puso de pie y le dio una fuerte palmada a su hermano en la espalda. — ¿Era Paula la que salió hace un rato? Parecía feliz...
El estado de ánimo de Pedro volvió a opacarse.
—¿Y? —preguntó bruscamente.
—Es sólo que últimamente se la ve un poco alterada. ¿Tienes idea de lo que le está pasando?
Pedro sintió que se le retorcía el estómago. Si los otros estaban advirtiendo el nerviosismo de Paula, era porque la estaba volviendo loca. Se frotó la frente, deseando poder hacer algo para distender la tensión entre ambos. Evitar abalanzarse sobre ella era una lucha diaria. Y la única manera de conseguir que le siguiera dirigiendo la palabra era rechazando todos sus candidatos. De todos modos, se estaba pasando de la raya. Tenía que ceder de una vez.
Levantó la pila de currículums una vez más y releyó la lista de los candidatos.
—Está tratando de encontrarme una asistente nueva —le dijo.
Simon asintió, pero no terminaba de entender.
— ¿Y por eso la hostigas?
Pedro sacó tres currículums de la pila de veinte que él y Paula habían estado revisando los últimos dos días.
—Sí, la verdad es que he estado bastante insufrible. —Y luego recordó el rostro resplandeciente de Paula al salir de la oficina hacía apenas instantes, y volvió a sentir una puñalada en el estómago.
— ¿Así que se fue de nuevo a hacer shopping para comprarse un par de zapatos?
Pedro levantó bruscamente la mirada hacia su hermano menor, confundido.
— ¿Comprar un par de zapatos? —repitió.
Simon se encogió de hombros.
—Claro. Cada vez que está molesta por algo o que la sacas de quicio, sale a comprarse zapatos. Para cuando regresa a su oficina, ya se siente mejor y está sonriendo. —Simon le pegó un puñetazo a Pedro en el brazo, al tiempo que salía
rápidamente por la puerta. —AI menos, hasta tener que volver a lidiar contigo.
Pedro se quedó parado en el medio de la oficina. Era tal el alivio que sentía que un extraño vértigo se apoderó de él. Simon tenía razón. La sonrisa y el entusiasmo se debían seguramente al hecho de salir a ventilarse y hacer shopping. ¡No tenían nada que ver con la posibilidad de estar saliendo con un hombre!
Arrojó la cabeza hacia atrás y se rio. De pronto, se sentía fantástico.
Pero cuando le pasó el alivio inicial, y aunque seguía con una amplia sonrisa en el rostro, supo que debía hacer algo para recomponer la relación. Esa mañana se había comportado como un verdadero imbécil con ella. Y seguramente sin motivo alguno.
Agarró el saco del traje y salió rápidamente de la oficina.
—Vuelvo en un rato, Tilly —le dijo a la mujer, que ahora se sobresaltaba cada vez que le hablaba. Con ella también tenía que hacer las paces. En realidad no era tan terrible como la trataba. O tal vez estuviera nerviosa porque siempre lo veía discutiendo con Paula, que, al fin y al cabo, era su jefa mientras trabajara en el estudio.
Una vez que salió a la calle, caminó con paso rápido, escudriñando a las personas que andaban por la vereda, y mirando dentro de los diferentes negocios, buscando a Paula. La vio justo cuando estaba a punto de entrar en el enorme shopping ubicado en la siguiente cuadra. Comenzó a caminar más rápido y la alcanzó cuando entraba en el sector de calzado.
Observó entre divertido e interesado mientras pasaba caminando al lado de varios zapatos, levantándolos, examinando uno, doblando otro, metiendo el dedo adentro para hacer algo. Un vendedor se le acercó y ella miro anhelante dos pares de zapatos diferentes: uno negro y otro rojo. Pero caminó al estante para zapatos de descuentos y levantó un par de zapatos de tacón de aguja sexy negros.
No eran tan espectaculares como los que acababa de ver, pero eran lo suficientemente atractivos. Pedro permaneció oculto, pero se abrió paso hasta la caja, asegurándose de mantenerse fuera de su línea de visión. Cuando el vendedor regresó con los zapatos que había elegido en su número, Pedro lo llamó a un lado.
—Tráigale los zapatos que estaba mirando hace unos minutos en su número, ¿sí?
El vendedor lo miró de arriba abajo, y sonrió al reconocer el traje a medida y la camisa de algodón indio. Todos los vendedores del mundo sabían cómo distinguir a un cliente adinerado y cómo atenderlo. Éste no era la excepción.
Rápidamente trajo los zapatos solicitados, pero luego volvió con los otros pares en el número de Paula. Mientras Pedro esperaba, escogió algunos pares de zapatos más que creyó que le podrían gustar, además de otros que a él personalmente le gustaban. Tras entregárselos todos al vendedor, que terminó con una pila alta de zapatos, le pidió que se los llevara todos en su número.
Luego Pedro se sentó en una de las sillas y observó mientras Paula se probaba cada par. Se daba cuenta, por la expresión de su rostro, de cuáles le gustaban y cuáles no. El vendedor hizo maravillosamente bien su trabajo, diciéndole que no tenía otra cosa que hacer, por lo que no le importaba buscarle los zapatos en los diferentes números. "Es un placer", fue lo que dijo.
Cada vez que Paula se probaba un par nuevo, si le gustaba, Pedro le hacía una seña al vendedor para ponerlos en la pila. Si no le gustaban los zapatos, el vendedor los ponía en otra pila. Fue el mejor mediodía que pasó en mucho tiempo. Bueno, además del almuerzo que había compartido ayer con ella en Durango. Había estado tan suelta y divertida, hablando sobre lo que se le cruzara por la cabeza, que disfrutó de sólo verla sonreír.
Al final, Paula compró los zapatos negros en oferta y salió de la tienda, con una sensación de satisfacción a pesar de todo.
Cuando estuvo fuera de la vista, Pedro se acercó al vendedor y le entregó su tarjeta de crédito.
-Cobre todo el resto de los zapatos que le gustaron a mi tarjeta de crédito, y haga que los envíen a esta dirección —le dijo al hombre que parecía como si se acabara de ganar la lotería, gracias a la comisión que obtendría por ese extraordinario despilfarro.
Camino a la salida, compró una caja excelentes chocolates para Tilly .Contribuirían a tranquilizarla. Mientras la cajera le cobraba la compra, vio otra caja de chocolates. Ésta era más grande, más sofisticada, e inmediatamente pensó en Paula.
— ¿Me puede envolver esa caja? —le preguntó a la cajera—. Por favor, envíela a esta dirección —le dijo, entregándole una tarjeta profesional. Atrás, escribió el nombre de Paula y su teléfono, por si acaso.
—Gracias —dijo, y sonrió. Salió de la tienda con la caja más pequeña de chocolates, sintiéndose mucho mejor. Paula amaba los zapatos, pero también era fanática de los chocolates.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Excelentes los 3 caps. La saca de quicio jaja.
ResponderEliminar