sábado, 20 de mayo de 2017
CAPITULO 6 (CUARTA HISTORIA)
De pronto, pensó... ¿por qué tenía Pedro baño de burbujas con aroma a lavanda?
Ni siquiera había tenido que ir a buscarlo. El sentimiento de felicidad se disipó rápidamente, y emergió dentro de ella algo oscuro y hosco al tiempo que las burbujas comenzaban a reventar y desinflarse.
De pronto, la puerta del baño se abrió, y Pedro apareció; sus ojos azul índigo lanzaban chispas.
—¡Tú dejaste que te besara! —gruñó.
De inmediato desaparecieron las especulaciones acerca de quién había traído las burbujas a su casa, y sintió que la boca se le secaba al recordar aquel beso. Aquel beso increíble, ardiente, que le había volado la cabeza.
Comenzó a sacudir la cabeza, pero él se acercó a grandes pasos, con las manos apretadas sobre las caderas, y apenas se detuvo cuando llegó al lado de la bañera.
—Sí, tú también me besaste.
Habiéndolo afirmado, se inclinó hacia abajo y la levantó de la bañera. El agua le chorreó del cuerpo, y las burbujas se adhirieron en lugares poco estratégicos.
— ¿Por qué lo hiciste? —preguntó, pero no esperó una respuesta.
El beso le provocó un temblor en todo el cuerpo. No tuvo tiempo de sentir vergüenza de estar completamente desnuda, ni de advertirle que estaba empapada.
Casi ni se dio cuenta de que en algún momento él se quitó la chaqueta del traje y la corbata. Lo único que supo era que sus fuertes brazos la estaban envolviendo y la estaba besando una vez más. Aquella sensación estremecedora de deseo, que había sido reprimida durante el breve viaje de la oficina a su apartamento, se volvió a encender, y un escalofrío de excitación le recorrió el cuerpo.
No fue consciente cuando sus brazos se envolvieron alrededor de su cuello, pero tembló cuando las manos de él se deslizaron sobre sus brazos, descendieron por su espalda, y ahuecaron sus nalgas, empujando sus caderas contra las suyas. Nada le era suficiente, y apretó el cuerpo aun más, sin siquiera tratar de entender lo que estaba sucediendo, en tanto todo su ser se concentraba en aquella ola palpitante e implacable de deseo que se anudaba en la parte más baja de su vientre.
Cuando apartó la boca con violencia de la suya, ella soltó un grito de protesta, pero la ignoró y la tomó entre sus brazos, para levantarla en el aire. Miró hacia abajo y casi se derrite cuando la boca de él descendió sobre su pezón. No se dio
cuenta de que tenía las piernas envueltas alrededor de su cintura ni de nada más. El tiempo, el trabajo, las responsabilidades..., todo quedó suspendido en el tiempo.
Dejó caer la cabeza hacia atrás, y el deseo la inundó al sentir que la boca de él le succionaba el pecho con fuerza, provocando y apenas rozándolo antes de incrementar de nuevo la presión. Cuando movió la boca al otro pecho, pensó que estallaría de placer.
No tuvo tiempo para procesar todo lo que estaba sucediendo, ni siquiera para darle algo a cambio. Los brazos de él la volvieron a posar sobre el suelo y ella lo besó a su vez, tratando de manejar lo que la hacía sentir. Pero no había caso. Sus manos estaban en todos lados, encontrando lugares en su cuerpo que ni siquiera sabía que tenían terminaciones nerviosas. Parecía que cada lugar donde tocaba intensificaba aún más ese maravilloso y terrible deseo.
La sensación fría a sus espaldas fue el único momento de cordura, pero eso también quedó en el olvido cuando lo sintió deslizarse dentro de su cálido cáliz. No recordó el movimiento de sus dedos tirando, prácticamente arrancándole la ropa, ni a él mismo tomando la billetera para enfundarse el preservativo. Sólo supo que, por una fracción de segundo, cuando finalmente quedó desnudo y sus cuerpos pudieron tocarse sin la molestia de la ropa, se sintió satisfecha. Aquel momento desapareció en el Ínstame en que se movió dentro de ella, encendiéndole la piel en mil lugares y enloqueciéndola de deseo. Cuando movió su cuerpo, ella soltó un grito. El ardor se calmó apenas, y ella se movió para acogerlo aún más. No se dio cuenta de que sus uñas estaban clavándose en la piel de sus hombros.
Sólo supo que quería seguir sintiendo aquel apetito, y que deseaba hallar algo para calmarlo.
Cuando sintió el ligero dolor, lo ignoró y descendió las manos sobre su espalda para que él la penetrara aún más. Una vez que lo tuvo completamente dentro, sonrió eufórica.
Pero luego él comenzó a moverse y el deseo casi se transformó en dolor. Incapaz de manejarlo, movió la cabeza hacia adelante y hacia atrás, y levantó las caderas para encontrarse con sus embestidas mientras sus manos descendían y sus dedos empujaban las caderas de él para que se moviera aún más rápido.
En el momento en que su mundo estalló, jadeó y gritó, aferrándose a Pedro, incapaz de manejar la ola tras ola de placer que el cuerpo de él le provocó, pero aun así saboreando la experiencia.
Pedro sintió su clímax y observó fascinado. Controló su propia liberación, queriendo que ella disfrutara del momento al máximo. Pero con el cuerpo de ella que se contorsionaba debajo de él, no pudo reprimirse más y se derramó hacia fuera, apretando los dientes con el clímax más intenso y asombroso que hubiera experimentado jamás.
Casi se colapso sobre ella, pero en el último momento, recordó sus costillas lastimadas y se dio la vuelta. Sintió un shock tras apoyar la espalda sobre los azulejos fríos, pero luego sus dedos hallaron el cabello de ella y jugueteó con los suaves mechones, gozando unos momentos más de la emoción de tenerla con él y de acabar de hacerle el amor a la mujer más perfecta que hubiera conocido.
Paula jadeó cuando sintió que la atraía hacia él, pero no tenía la suficiente energía para protestar. Así que cuando finalmente quedó extendida sobre su pecho musculoso en lugar de debajo de él, sólo atinó a recostarse sobre él, tratando desesperadamente de recuperar el aliento.
Se estremeció al sentir sus manos deslizarse sobre su espalda, y sonrió cuando sus propios dedos se entrelazaron en la ligera capa de vellos sobre su pecho. Pero luego sintió algo más abajo y sus ojos se abrieron aún más. Levantó la cabeza apenas, mirándolo y casi se rio al ver su mandíbula tensa.
Paula se movió ligeramente, y sintió que él se volvía a hundir en ella. Soltó un gemido, desplazando las caderas un poco.
—¡No hagas eso! —gruñó él, y trató de mantenerle quietas las caderas.
Paula cerró los ojos y empujó contra su pecho. — ¿Por qué no? —preguntó, temblando una vez más. Las manos de Pedro se deslizaron sobre su cuerpo hasta llegar a sus pechos y ahuecarlos.
—Porque si no te detienes, vamos a tener que comenzar de nuevo —dijo con un gruñido ronco.
Ella estaba fascinada. Volvió a moverse apenas y jadeó cuando su cuerpo se volvió a estremecer.
—¡Cielos! —suspiró y cerró los ojos. Echó hacia atrás la cabeza y apoyó las manos sobre su vientre, moviéndose una vez más. Decididamente, le gustaba esa posición, habiendo oído hablar y leído sobre ella en libros. Aunque todavía estaba por verse si era mejor o no que la otra.
Inhaló bruscamente y sintió que las manos de él se desplazaban a sus caderas, para colocarla sobre su erección. Su boca se abrió sorprendida. ¿Cómo era posible que algo tan invasivo le resultara tan maravilloso?
—Hazlo de nuevo —gruñó él.
Paula volvió a levantar las caderas, sintiendo la fricción y estremeciéndose al sentir el hormigueo que se concentraba justo allí abajo e irradiaba hacia fuera.
—Sí —suspiró.
—Maldición, Paula —gimió—. Tienes que moverte, cariño.
Ella se mordió el labio. Siguió a un ritmo lento para poder sentirlo todo, absorber todas las sensaciones. Le gustaba esto. ¡Mucho! Ignorándolo, se movió como quiso, apartando sus manos de sus caderas cuando trató de que se moviera como él quería que lo hiciera. Descendió la mirada hacia él.
Tenía los ojos dilatados al tiempo que su cuerpo ondulaba contra el suyo. Pedro terminó apoyando la cabeza hacia atrás, sobre los azulejos del baño, y dejándola tomar la iniciativa. Disfrutó eso sí del panorama, incluso si pensó que tal vez sufriría una lenta agonía por el modo en que se movía, tan lentamente, y por la belleza con que temblaba su cuerpo.
Cada vez que hundía las caderas en él, lo llevaba más y más arriba. Pedro intentó refrenarse a toda costa. Lo emocionaba verla descubrir su cuerpo, pero después de varios minutos de aquella tortura lenta, no lo pudo soportar más. Levantándose demodo que la tenía prácticamente sentada sobre su regazo, atrapó el pezón de ella con la boca, succionando con fuerza, y luego lamiendo con la lengua para volver a succionar, y pasar al otro. Los gritos de ella lo incitaron y le agarró las caderas con fuerza para tomar control del ritmo. Tras levantarla en el aire, se hundió dentro de ella, al tiempo que le besaba los pechos En ese momento, el clímax de Paula le provocó un grito, y su cuerpo se retorció buscando alejarse de él a la vez que le exigía que siguiera adelante. Finalmente, terminó desplomándose sobre él. Sólo le llevó a Pedro unas pocas embestidas para alcanzar su propio clímax, lo cual se derrumbó hacia atrás sobre los azulejos del baño, repleto una vez más, y con aquella increíble mujer entre los brazos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Va a estar buenísima esta parte.
ResponderEliminar