La boda de Karen y Axel
Paula se rio y abrazó a su amiga.
—Se hizo esperar bastante, pero sí. Finalmente te estás casando con Axel.
—¡Seis años! —musitó—. Seis años largos, solitarios y tristes. —Estuvo a punto de comenzar a llorar al pensar en la cantidad de tiempo que se había privado de estar con Axel. —Lo pude haber perdido.
Carla dio un paso al frente y le tomó la mano a Karen.
—Pero no lo perdiste. Eso quiere decir que tenía que suceder.
—¡Hasta el tiempo está de tu lado! —dijo Paula con una enorme sonrisa en el rostro.
Karen sacudió la cabeza.
—Dudo de que vaya a haber otro día como hoy. ¡No puedo creer que brille el sol y haga tanto calor en noviembre!
—Axel quería que tuvieras esta boda —dijo Mia, y le entregó a Karen el bouquet de margaritas y crisantemos rosados—. ¡Y ha logrado algo maravilloso!
—De todos modos, esta noche hará frío... —advirtió Karen.
Las tres mujeres desestimaron la advertencia.
—Axel instaló calentadores alrededor de toda la pista de baile, debajo de la pérgola. Estaremos bien calentitos. No te preocupes por nada.
Karen se alisó el vestido con las manos una vez más.
—No creo que pueda preocuparme por ningún detalle logístico. Estoy demasiado excitada.
Mia abrazó a su amiga. Ella sí se sentía tranquila y relajada tras regresar de su luna de miel el día anterior.
—Pareciera que vino toda la oficina para tu boda. ¡Así que ve y haz lo que debes hacer!
La sonrisa de Karen se ensanchó aún más.
—Tienen razón. ¡Basta de timideces!
El enorme roble detrás de la casa de Axel estaba completamente cubierto de luces rosadas entretejidas entre sus hojas, y se habían dispuesto hileras de sillas rosadas, que se hallaban ocupadas por amigos y compañeros del trabajo. Por todos lados había margaritas, y los cuatro hermanos Alfonso estaban una vez más parados uno al lado del otro, pero esta vez era Axel el primero en la fila.
Cuando las damas de honor aparecieron dando la vuelta desde la esquina de su casa, Axel se estiró para mirar a Karen. Lo primero que advirtió fueron los vestidos que había elegido cada una de las jóvenes: lucían preciosas en diferentes tonalidades de verde.
Pero fue Karen quien lo dejó deslumbrado cuando hizo su aparición desde el otro lado. Tantas veces la había imaginado en esta casa mientras la construía. Con el tiempo fue reinando la imagen en su cabeza, pero nada lo preparó para verla en aquel vestido de novia strapless color rosa.
Lucía despampanante, la mujer más hermosa que hubiera visto en su vida.
No llevaba velo. Descendió al pasillo de césped que se abría entre los invitados, y caminó hacia él con lágrimas en los ojos.
— ¿Te encuentras bien? —le preguntó cuando se acercó y pudo tomarle las manos.
Ella le dirigió una sonrisa trémula, apretándole las manos a su vez.
—Tuvimos que pagar el precio de seis años, a causa de mi estupidez. Prometo que te compensaré por ello.
El casi soltó una carcajada, encantado de que no hubiera cambiado de opinión:
—Creí que estabas comenzando a arrepentirte de no aceptar el puesto en París.
—Jamás. Sólo lamento que no hayamos hecho esto la primera vez que me lo sugeriste.
El se inclinó y la besó suavemente.
—Tenemos muchos años por delante —le susurró—. No te lamentes por el pasado. No hará sino opacar la belleza de nuestro futuro.
Pensó que se trataba del concepto más profundo que había escuchado en su vida, y se acercó aún más a él. Descansó la cabeza sobre su hombro mientras se volvía para mirar al ministro.
Y cuando finalmente éste los declaró marido y mujer, creyó que el corazón le estallaría en el pecho, tanto era el amor que sentía por este hombre.
—Eres maravillosa —dijo él, levantándola en brazos y haciéndola girar alrededor suyo sobre la pista de baile cuando comenzaron los primeros acordes de música.
Durante el resto de la velada, bailaron uno en brazos de otro; apenas advirtieron a los demás invitados.
Karen se olvidó de comer, porque prefería estar junto a él.
Pero Axel se dio cuenta de que no estaba comiendo nada y le llenó un plato con exquisiteces de la mesa de buffet dispuesta cerca de su huerta.
—Toma. Vas a tener que comer algo.
—No tengo hambre —le dijo y comenzó a tirar de él para abrazarlo y bailar otra canción.
Él sacudió la cabeza y le acercó el plato.
—Vas a comer —le dijo, poniéndole en la boca una deliciosa tartaleta de langostinos y vieiras—. Vas a necesitar estar fuerte para la noche que tienes por delante.
Karen se sonrojó, pero abrió la boca para degustarla. Comió varias piezas más de las deliciosas entradas, pero para cuando terminó había olvidado todo lo que se había metido en la boca.
Cuando la fiesta ya tocaba a su fin, Axel se sintió demasiado impaciente para comenzar a despedirse de todo el mundo. Recordó la boda de Simon. A él no lo iban a demorar cuando intentara emprender la huida.
Así que, en lugar de anunciar su partida, levantó a Karen en sus brazos y salió de la fiesta con ella. Recién diez minutos después, los invitados se dieron cuenta de que los novios habían partido. De todos modos, siguieron bailando hasta altas horas de la noche.
Karen se rio, encantada de su estrategia, y le arrojó los brazos alrededor del cuello, más que dispuesta a ser secuestrada de su propia fiesta de casamiento.
Hermosos, tiernos y divertidos los 3 caps.
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