viernes, 26 de mayo de 2017
CAPITULO 24 (CUARTA HISTORIA)
— ¿Esta es tu manera de garantizar que no se me irán los ojos cuando me cruce con otras mujeres? —preguntó Pedro, reclinado contra el marco de la puerta de su dormitorio.
Paula giró rápidamente. Quedó estupefacta, deslumbrada por el cuerpo de Pedro, enfundado en un espectacular esmoquin.
—No debes hacer eso.
El enarcó una ceja, sin entender.
—¿No debería hacer qué?
—Ponerte ese esmoquin. Debería ser ilegal.
Él soltó una risa entre dientes y entró en el dormitorio, donde ella estaba terminando de arreglarse.
—Lo que no debería ser legal es que tú te pongas ese vestido. No creo que me guste verte con él puesto.
Ella se rio y le apartó las manos con un golpe suave, pero él ignoró sus esfuerzos, tal como lo imaginaba ella. Se acababa de poner el vestido de dama de honor de raso azul para la boda de Mia. Era hermoso y sexy, y le encantó la reacción de Pedro, así que no se resistió demasiado a la urgencia de sus manos. Como si alguna vez objetara a que sus manos la tocaran como fuera.
—Si no paras, vamos a llegar tarde —le dijo, mientras se inclinaba más abajo y le mordisqueaba el cuello.
—Creo que necesito esposas —dijo.
Ella se rio suavemente, pero la idea tenía su lógica.
— ¿Quién estaría llevando las esposas?
—Tú, por supuesto.
Sacudió la cabeza, y salió de sus brazos para ir a ponerse los zapatos ,sintiéndose mejor con un poco de altura. Cuando usaba tacones, la punta de su cabeza por lo menos le llegaba al mentón.
—No hay un "por supuesto" en esto —le retrucó—. No creo que deba usar esposas después de lo de anoche.
Él le tomó las muñecas y la retuvo en el lugar, como había hecho la noche anterior.
—Ah, pero no aprendiste tu lección como debías.
—No sabía que había una lección para aprender.
—Siempre hay algo para aprender —le replicó, levantándole la mano para poder ver el anillo de brillantes que lucía. Frotó con el dedo el brillante y sonrió: — ¿Aún sigues pensando en que no quieres anunciar nuestro compromiso hoy?
—Por supuesto que no. Hoy es el día de Mia.
Él puso los ojos en blanco.
— ¿Y crees que Mia no planeó todo esto? —preguntó, indicando el vestido de raso azul, escotado y sexy como ningún otro—. Se trae algo entre manos, y tú lo sabes.
Paula se rio, y estuvo de acuerdo. Pero como ella y Pedro ya eran una pareja, a ninguno de los dos le importó que Mia se abocara a algunas actividades de celestina.
— ¿Entonces cuándo anunciaremos la boda?
Pedro se encogió de hombros:
— ¿Por qué habríamos siquiera de anunciarla? ¿Por qué no volamos a Las Vegas y nos casamos mañana?
Ella lo pensó un instante. Luego asintió con la cabeza y dijo:
—Está bien.
Él la atrajo entre sus brazos.
— ¿Realmente lo harías? ¿Qué te parece una boda grande? ¿No quieres que te acompañen todas tus amigas?
Ella sonrió apenas.
—En realidad, Mia estará de luna de miel, y no puedo invitar a Karen y a Carla porque ya habrán tenido boda para rato después de ésta. Y no quiero esperar otro año o dos hasta que se recuperen. ¿Por qué no hacemos una pequeña fiesta tras regresar?
Él pensó un instante, pero sacudió la cabeza.
—No. Quiero que mis hermanos estén conmigo cuando me case. Y quiero que tus amigas te acompañen. Sé que recién conoces a Mia, Carla y Karen hace pocas semanas, pero ya parecen tus hermanas. Tienen que estar allí, estén o no preparadas.
—Acabamos de terminar de organizar la boda de Mia. Realmente no quiero volver a pasar por todo esto.
La observó detenidamente.
— ¿Estás segura? ¿No quieres el vestido blanco, las flores y todo lo demás?
Ella esbozó una sonrisa amplia.
—Puedo ponerme de todos modos el vestido blanco en Las Vegas. No necesito las flores ni la megafiesta. Sólo te necesito a ti —dijo, poniéndose en puntas de pie para besarlo.
Pedro la atrajo hacia sí, y profundizó el beso incluso mientras concebía un plan.
Quería que Paula lo tuviera todo, y así sería.
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