jueves, 4 de mayo de 2017
CAPITULO 15 (PRIMERA HISTORIA)
Dos horas después, ya iban por la tercera jarra de tragos y las cuatro mujeres se habían convertido en íntimas amigas.
— ¿Entonces qué pasa con el jefe? — preguntó Carla, riéndose y tomando otro nacho.
— ¿Te refieres a Ricardo? — preguntó Abril, dando un largo trago de su margarita, a pesar del hecho de que el bar comenzaba a dar vueltas alrededor de ella.
Carla también tomó un largo trago de la bebida helada y asintió.
— O más conocido como el hombre más antipático, irritante, autoritario y arrogante del planeta.
Abril se rio y sacudió la cabeza.
— Tan malo no es. Si creen que Ricardo es malo, aún no conoces a Javier. ¡Javier es un imbécil!
— ¡Mierda! — exclamó Paula. La copa que se dirigía a su boca quedó suspendida en el aire.
Carla le dirigió la mirada:
— ¿Qué sucede?
Apoyó la copa sobre la mesa con un golpe.
— ¡Me acabo de dar cuenta de que estoy enamorada de ese tipo inaguantable!
Karen sonrió. Hace rato que se había dado cuenta.
— ¿Y? Parece que todas tenemos problemas de hombres.
Paula, Abril y Carla dirigieron la mirada a su nueva mejor amiga.
— ¿Tú también? — soltaron al unísono.
Los ojos de Abril se estrecharon. Miró a su alrededor y contó. Cuando llegó a la conclusión acertada, ella también exclamó horrorizada.
— ¡No!
A Paula le costó entender lo que estaba sucediendo.
— ¿Qué sucede? — ¿Seguían hablando de los hermanos Alfonso? Se sentía un poco mareada.
Carla se rio y sacudió la cabeza.
— Me lo imaginaba… — dijo, y le sirvió otra copa a Karen.
— ¿Qué? — volvió a preguntar Paula, pero dio un sorbo mientras miraba por encima del borde de la copa.
Abril arrojó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
— ¡No lo puedo creer! ¿Tú también?
Karen suspiró y bebió un largo trago de su margarita.
Paula hizo un gesto de contrariedad al poner en palabras la conclusión a la que había llegado unas horas atrás.
— ¿Axel? — preguntó, y de inmediato sintió pena por la pobre mujer.
Karen encogió levemente los hombros.
— Todo el mundo tiene su cruz.
Los cuatro hombres parados detrás de la mesa escuchaban con diversión apenas velada. Axel puso los ojos en blanco cuando oyó que lo considetaban una "cruz".
— Al menos no me trataron de "antipático", "irritante" y "autoritario".
— No te olvides de "arrogante" — señaló Javier, agregando el único adjetivo del que su hermano se había olvidado.
Ricardo puso los ojos en blanco, y señaló:
— Acuérdate de que tú recibiste el cumplido de "imbécil" hace un rato.
Javier se apartó del bar y apoyó su cerveza a medio terminar sobre la barra que se hallaba detrás de él.
— Creo que llegó el momento de colarnos en la fiesta. ¿Están de acuerdo, caballeros?
Ricardo estuvo completamente de acuerdo.
— Pagaré su cuenta. ¿Quién será el primero en contarles las novedades antes que nos linchen?
Se volvió y le hizo un gesto a la camarera de las mujeres, tras lo cual le entregó una tarjeta de crédito para pagar por todas las bebidas que habían consumido.
Pedro fue el primero en aparecer, y comenzó a acercarse detrás de Paula, pero las siguientes palabras de Abril lo hicieron detenerse a algunos centímetros de la mesa. No se movió; sólo esperó que se revelara más información interesante.
— ¿Por qué dijiste "mierda" antes? Tú y Pedro hacen una hermosa pareja — señaló Abril, recostándose sobre el respaldo del asiento, completamente ajena al hecho de que
cuatro hombres de extraordinaria altura se acercaban a su mesa.
Paula se encogió de hombros y bebió otro trago de su bebida.
— Oh, no tiene importancia. Sucede que realmente no quiero enamorarme de ese idiota.
Las tres mujeres dejaron de beber y le clavaron la mirada.
— ¿Bromeas? — preguntó Abril, con una enorme sonrisa en el rostro.
Paula estrechó los ojos como si se le acabara de ocurrir algo. Se quedó mirando a su amiga, intentando que le funcionara la cabeza, a pesar de ver todo borroso por el alcohol.
— ¿Ya tenías todo esto planeado? — preguntó.
Abril se rio, divertida.
— En absoluto. Cuando vi tu nombre en el expediente de la corte, no me dio tiempo de nada. Pero ¿recuerdas la última vez que viniste a buscarme para ir a yoga? — preguntó.
Paula asintió con la cabeza; todavía albergaba sospechas.
— Sí, ¿qué pasó?
— Llegaste tarde. Tenías que pasarme a buscar, y yo iba a hacer que te cruzaras accidentalmente con Pedro.
Paula soltó un grito:
— ¡Eres una tramposa! ¿Por qué me harías una cosa así?
Abril sonrió.
— ¿Cuál es el problema? Ya estás enamorada de él.
— Sí…, pero él no está enamorado de mí. Además, no confía en mí.
— Claro que sí — la desmintió Abril.
— Claro que sí — interrumpió una voz grave.
Paula se dio vuelta y soltó un gemido:
— ¿Qué haces acá? — preguntó bruscamente, casi derramando la bebida en su mano temblorosa— . Vete. No confías en mí, y no me voy a enamorar de un hombre que no tiene confianza en mí.
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