jueves, 11 de mayo de 2017

CAPITULO 21 (SEGUNDA HISTORIA)





Por más que le preguntara una y otra vez, él no le dijo dónde iban, sino que simplemente la sacó del edificio y la condujo por la acera . Cuando estaban delante de una de las joyerías más exclusivas de Chicago, ella se echó atrás, sacudiendo la cabeza:
— ¡No podemos entrar allí! —soltó, horrorizada por lo que intentaba hacer.


— Por supuesto que sí. Quiero que lleves un anillo en el dedo para que no haya más confusiones. No podemos estar besándonos en los pasillos si la gente cree que sólo estamos teniendo un affaire —le dijo, acercándola a él y mordisqueándole el lóbulo de la oreja.


Ella se rio y trató de escapar de sus brazos, pero él no la dejó, y de todos modos sólo lo intentó a medias.


—Me casaré contigo de todos modos, pero no necesito un anillo de diamantes para hacérselo saber a todo el mundo. Casémonos y punto —dijo con franqueza.


El bajó la mirada y sacudió la cabeza.


—Nos vamos a casar en casa, en medio del prado, rodeados por mis hermanos y tus amigas. La recepción será bajo el viejo roble, con lucecitas brillando entre las ramas y champagne para brindar por nuestra nueva vida juntos. Y habrá margaritas en todos lados.


La cabeza de Paula le daba vueltas por la sorpresa y el shock.


— ¿Cómo...?


—Te escuché decirlo aquel día en el almuerzo —dijo, y llevó la mano a su mejilla para acariciarla con suavidad—. Lo quiero todo, Paula. Te quiero a ti, la boda bajo el árbol, la celebración y los niños.


Ella no advirtió que una lágrima se le había escapado de los ojos hasta que él atrapó la lágrima con el dedo.


—La vez pasada me comporté como un cretino. Por ese motivo perdimos seis años de estar juntos. Así que ¿me dejarás que esta vez lo haga bien? —preguntó con suavidad pero emoción.


Ella no podía creer lo maravilloso que era.


—Está bien —le susurró a su vez. No podía hablar demasiado fuerte por los rápidos latidos de su corazón.


-Bien. Vamos —dijo y tiró de ella para entrar en la joyería.


Diez minutos después, salieron nuevamente, y Pedro la detuvo en plena vereda y la besó, mostrándole a ella y a todo el que estuviera presente cuánto la amaba. — Ahora voy a llamar a tu jefe y decirle que hoy no volverás a trabajar. Después te llevaré a tu departamento y trasladaré todas tus cosas a mi casa.


Ella sonrió.


-Debería ser bastante fácil, dado que casi no he desempacado.


Él puso los ojos en blanco:
—Tanta locura tiene sus ventajas —le dijo y la estrechó entre sus brazos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario