jueves, 18 de mayo de 2017
CAPITULO 21 (TERCERA HISTORIA)
Paula corrió por el aeropuerto, al tiempo que la mente intentaba frenética hacer una lista de todo lo que debía hacer. Se casaba en... pues, pronto, pensó, porque no estaba realmente segura de qué día era. Pero no podía creer el nuevo empleo que tenía, e incluso ¡la primera tarea que le asignaban!
Mauricio Hamilton la había contratado durante la entrevista, que no fue en realidad una entrevista sino más bien un test para probar sus habilidades.
Cuando pasó todos los test, el hombre y otros miembros del equipo con quienes trabajaría se quedaron parados al lado del edificio "con medidas de seguridad" con la boca abierta de asombro al verla aparecer desde la parte posterior.
Tuvo que reírse al recordar a los cuatro hombres, todos enormes y corpulentos, dos con armas aseguradas a los muslos al estilo cowboy, pero vestidos más como miembros de un equipo SWAT, con pantalones con bolsillos, negros y camisetas tejidas negras que se estiraban sobre sus pechos fibrosos.
Los cuatro tenían la mirada clavada en el edificio, esperando que ella saliera por arriba. Así que cuando apareció por atrás, de hecho sorprendiéndolos con la carpeta del archivo en la mano, se dieron vuelta rápidamente, preparados para atacar, pero se quedaron paralizados al verla sonriendo frente a ellos.
Las únicas palabras que se dijeron fueron: "Estás contratada", pronunciadas por Mauricio mismo, a medida que las sonrisas aparecieron en los rostros de los demás hombres.
El resto de la tarde transcurrió repasando su primer encargo.
Tenía los planos del edificio metidos en la cartera, aunque no había determinado aún cómo entraría. En cada trabajo que realizaba ella o el equipo de personal de Hamilton Securities debía quebrar el sistema de seguridad de una compañía y
colocar una nota sobre el escritorio de alguna persona en particular. Si lo hacían, entrando y saliendo sin que nadie se enterara, la misión estaba completa. A continuación se escribía un informe, donde se explicaba la misión y se brindaban recomendaciones de seguridad, que se entregaba al cliente.
Mauricio cobraba una cifra descomunal por este servicio, pero también le pagaba muy bien a su equipo. Le había cotizado a Paula un sueldo que triplicaba lo que ganaba en su empleo como contadora. Tenía que entregarle a Ramiro Moran su renuncia y se iba a poner furioso cuando no pudiera darle las dos semanas acostumbradas que se solían dar de preaviso. Pero ¿cómo se suponía que debía una mujer dar dos semanas de preaviso cuando tenía que poner su casa en venta, trasladar todos sus artículos personales a casa de su novio, planear una boda y pensar en una manera de forzar la entrada de un museo que se parecía a Fort Knox, todo al mismo tiempo? Algo tenía que ceder, y lo primero era salir de un empleo para comenzar el nuevo.
Oh, y tenía que pedirles a sus amigas que vinieran a su boda. Sí, eso también tenía prioridad. Suspiró al salir del aeropuerto O'Hare de Chicago, a punto de parar un taxi para regresar a casa de Pedro. Pensó que tal vez podía prepararle la comida también. La cena...
—¿Necesitas ir a algún lado, hermosa? —oyó que decía una voz profunda detrás de ella.
Paula dejó caer el brazo y sonrió al girar y arrojarse en brazos de Pedro.
—¡Me contrataron! —exclamó, tan excitada que apenas podía pensar en otra cosa que en casarse con este hombre y en hacerlo tan feliz como él la hacía a ella—. ¡Te amo! —dijo antes de pararse en puntas de pie para besado.
Pedro la miró sonriendo. Se sentía eufórico por verla entusiasmada. Por supuesto, había sabido que la habían contratado, porque Mauricio lo había llamado esa misma mañana, preguntándole dónde la había encontrado. Cuando explicó que Paula era su novia, Mauricio se rio y Pedro incluso pudo ver a su amigo sacudiendo la cabeza.
—Te espera una vida larga y muy interesante, amigo —dijo.
Pedro envolvió el brazo alrededor de su bella novia y la condujo al vehículo. ¡Eso mismo esperaba él!
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